Todos estamos un poco hartos de la presión a la que nos someten los operadores de teléfono cuando tratan de ofertar sus productos. Esta historia ocurrió una Navidad, cuando una operadora novata quiso ponerse en contacto con un posible cliente, harto éste de recibir continuas llamadas como éstas a las horas más intempestivas.
La primera vez que habló con él, el empresario se hizo pasar por un parado de larga duración, haciéndole ver que no estaba en condiciones de ser cliente de su operadora.
La segunda vez que la muchacha contactó con el empresario, se sorprendió cuando éste dijo que no podía atenderle al encontrarse ocupado fabricando carbón vegetal.
La tercera vez que el empresario recibió la llamada de la chica, el posible cliente aseguró estar en la puerta del juzgado, recibiendo las increpaciones de sus trabajadores por no pagar sus nóminas.
La cuarta vez ya el empresario rizó el rizo, simulando encontrarse en un hotel de lujo marbellí en donde le estaban tratando a cuerpo de rey. La muchacha, intrigada, preguntó que a qué se dedicaba el empresario y esté respondió que su campo era la venta de piscinas. La chica comentó entonces que su padre era un obrero que también había estado dedicado a ese ramo, pero que se encontraba parado desde hacía años debido a la crisis.
El empresario nunca se hizo cliente de esa operadora, pero desde aquel día tuvo un nuevo trabajador en su plantilla. Si la hija era tan tenaz como su padre, mejores referencias no podía tener. Ésta es una de las historias, de las que a veces ocurren cuando entra en juego la magia de la Navidad; aunque estos chicos de las operadoras telefónicas sigan siendo tan infinitamente pesados.